QUASI INTERESTELAR

A mí me pasa que me da miedo enfrentarme a ciertas canciones de Pablo López como me da miedo ponerme delante de un Tápies. El miedo que se mezcla con la pereza de no querer asomarse al abismo, de no dejarse caer, porque no sabes por qué agujero de la madriguera vas a salir ni con cuantas heridas.

Me sucede sobre todo con “El patio”: confieso que he cambiado de emisora muchas veces en cuanto empezaba a sonar. Me parece más que una canción pop. Me parece algo más que una canción. Me asusta escucharla porque me lleva a rincones oscuros que no me gustan, me resulta incómoda y además me duele. El mismo lío tengo con Quasi porque me lleva de la mano a las tinieblas, me arrastra a la inestabilidad y me deja sola entre lo cierto y lo incierto, en el mismo terreno pantanoso que se pisa cuando uno abre los ojos y despierta cada mañana: esa zona imprecisa entre el sueño que agoniza y la realidad que se apoya en los párpados para hacer sentir todo su peso.

Quasi empieza tortuosa desde la primera estrofa, con una incisiva estructura en anáfora que se repite durante toda la canción. Y ya la sensación de incertidumbre aparece para quedarse. En seguida el texto estalla con un grito en imperativo (que nos lleva al inicio de “El patio”, y que aparece como fórmula constante en sus composiciones) advirtiendo del peligro latente mientras la voz se eleva y suelta toneladas de un aire impregnado de fuego.

La potencia de la parte instrumental en el “estribillo” (o lo que a mí me lo parece) surge como una alarma antiincendios que sigue avisando del riesgo. Y cada vez que le llega su momento, explosiona con más fuerza, como un loop de auténtica catársis para el oyente. Y en este ímpetu de los metales, nuestras emociones más enrevesadas encuentran el terreno ideal para expandirse en varias vueltas de montaña rusa. Una vuelta por cada línea melódica que dibujan el trombón y la trompeta.

Hay muchas partes en otras canciones del autor que consiguen sumergirte en un inesperado viaje sideral por el espacio y el tiempo, y que te obligan a bucear por un cielo negro con pocos astros a los que agarrarte. Y esto creo que ocurre, por una parte, gracias a las letras, al no limitar los versos a un lugar y tiempo histórico concreto. En Quasi no hallamos referencias al imaginario colectivo socio-cultural que compartimos, no hay casas, ni coches, ni calles, ni bares; como sí ocurre, por ejemplo, en los textos de Sabina, de Serrat, de Aute… plagados de nombres propios, lugares o sucesos que todos conocemos. Aquí se nos presenta un mundo de experiencias en abstracto que pretende explorar la duda y el miedo.

Respecto a la línea temporal, solo contamos con verbos en presente lo que nos impide movernos hacia atrás o hacia adelante en el desarrollo de la historia, dejándonos suspendidos en un eterno “ahora” (añadamos que el único adverbio de tiempo es un simple “hoy” en la última estrofa).

Por otro lado está la música, que transita entre lo bajo y lo alto, surcando valles y picos de gran intensidad desde el desasosiego y la poca estabilidad, algo que se manifiesta abiertamente en cada interpretación de Quasi por ejemplo cuando los instrumentos paran y se queda la voz desnuda cantando “a cappella”, o en los momentos que se silencian unos instrumentos para que suenen solo la percusión o el piano. Cambios constantes que subrayan la sensación de desequilibrio.

En un tercera nivel estaría la voz de Pablo López, que con su textura rasgada imprime más aspereza aún a la canción. Además, sabe cómo interpretar cada frase para darle un matiz determinado: a veces amasa las sílabas hasta hacerlas tan pequeñas que caben en un bolsillo; otras, les insufla tanto pulmón que les rompe los límites de la forma, las expande y las hace irrompibles.

Todo este sentido lúdico en su interpretación vocal me descoloca positivamente. Escucharle es como salir al recreo porque cada vez sé que va a ser distinta, porque cada vez se versiona a sí mismo. Quizás mi fonoteca mental está colapsada de negritud, pero incluso atisbo una fluente de soul subrepticio que a veces filtra a la superficie en unos melismas, giros y ciertas formas de enfatizar y emplear la voz que me llevan de excursión desde Alicia Keys a Stevie Wonder. Pero lo mejor no es esto, sino que ese tamiz soul que le veo (os recomiendo su episodio en “Escena en blanco y negro”, Amazon Prime) se fusiona en ocasiones con arrebatos y dejes propios del flamenco creando una hibridación mágica que conforma una personalidad única.

Y por todo esto me gusta Quasi.

Y por todo esto me gusta Pablo López.